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Editorial de Watchman Nee y Witness Lee

¿Qué constituye un buen himno?

En los dos artículos anteriores, presentamos una breve historia del himnario en inglés y fuimos animados no solamente a cantar sino también a estudiar los himnos. En este artículo consideraremos las cualidades que hacen un buen himno y resaltaremos algunos ejemplos de himnos sobresalientes que el hermano Nee y el hermano Lee elogiaron en su ministerio.

Todos tenemos nuestros himnos favoritos que nos han conmovido personalmente, quizás al despertar nuestro amor por el Señor, al elevar nuestra perspectiva de la iglesia o al llamarnos a experiencias más profundas de vida. Algunos himnos son disfrutados a menudo en nuestras reuniones corporativas e inmediatamente son reconocibles como himnos especialmente queridos entre nosotros. Al haber cantado y estudiado los himnos, probablemente hemos tenido el sentir de que algunos son más elevados o más profundos que otros. Esto no debería molestarnos, ya que diferentes himnos satisfacen diferentes necesidades, pero ayuda reconocer que hay diferentes normas de himnos en nuestro himnario. Por ejemplo, el hermano Lee se dio cuenta de que el himno “¡Oh, cuanto amo a Cristo!” (Himnos, #55) tiene una norma muy baja, mientras que “Tu amor Jesús, excede mi pensar” (Himnos, #126) tiene una norma más elevada, y el himno “¡Qué profundo, tan extenso / Es Señor, Tu amor sin par!” (Himnos, #124) tiene la norma más elevada (Hablar Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo, pág. 85). Esto no significa que aquellos himnos con una norma más baja en nuestro himnario no sean buenos himnos; simplemente afirma lo que ya conocemos intuitivamente, es decir, que algunos himnos nos llevan más lejos en nuestro entendimiento, aprecio y experiencia de Cristo que otros. ¿Cuáles son entonces las características de un buen himno, y cuáles son algunos de los himnos entre nosotros que tienen un estándar excepcionalmente elevado? El hermano Nee identificó tres requisitos de un buen himno (véase Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, cap. 15), y tanto él como el hermano Lee dieron ejemplos de himnos que son especialmente sobresalientes.

Según el hermano Nee, el primer requisito de un buen himno es que éste debe estar basado en la verdad. Quizás esto parezca ser un requisito obvio, pero hay himnos cristianos que contienen errores doctrinales, aunque pudieran despertar el corazón o tocar la parte emotiva. Así como señaló el hermano Nee, algunos himnos cristianos pueden expresar el deseo por la salvación o la esperanza de salvación, pero no dan ninguna certeza de la salvación. Como creyentes en Cristo, debemos tener la certeza de que somos verdaderamente salvos a fin de que poseamos la base apropiada para experiencias de vida adicionales. Cualquier himno que nos haga cuestionar esa certeza de salvación no es un himno apropiado y puede frustrar nuestro disfrute subsiguiente de Cristo para el crecimiento en vida hacia la madurez. Un himno que sea equivocado en la verdad, entonces, puede robarnos la experiencia apropiada, así como nos ayudó a ver el hermano Nee:

Cuando los hijos de Dios cantan himnos, sus sentimientos son dirigidos a Dios mismo. Por ello, si estos himnos contienen doctrinas equivocadas, los que los canten serán engañados por sus sentimientos y no alcanzarán a percibir realidad alguna. Dios no nos responde en función de los sentimientos poéticos que se manifiestan en los himnos, sino en conformidad con la verdad que dichos himnos contienen. Acudimos a Dios basados únicamente en la verdad y, si no es así, erraremos y no percibiremos ninguna realidad espiritual. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, pág. 253)

El segundo requisito de un himno apropiado es que debe tener forma y estructura poéticas. Himnos, como los vistos en los Salmos, son poemas. Si las palabras de un himno carecen de rimas apropiadas, no encajan con la métrica poética o son meramente doctrinales y no poéticos en los sentimientos que intentan comunicar, entonces el himno quizás no sea fácil de cantar y pudiera no tocar el ser interior del que canta. Por tanto, aun si la doctrina es correcta, ésta sola no es suficiente para constituir un himno digno y apropiado. Un buen himno debe alcanzar el nivel poético.

El tercer requisito de un himno apropiado es que debe proveer impacto espiritual y ayuda al que canta para que éste toque la realidad espiritual. Los salmos hallados en la Biblia están llenos de impacto espiritual y nos introducen en la realidad espiritual de los genuinos sentimientos de gozo, pena o arrepentimiento de los salmistas. Por ejemplo, un buen himno sobre la consagración nos introducirá en el sentimiento de la consagración y nos conmoverá a consagrarnos otra vez. “Si un himno no nos comunica el sentimiento correcto que corresponde a un determinado asunto”, dice el hermano Nee, “entonces no es un buen himno. El sentimiento que inspira un himno debe ser un sentimiento genuino y deberá hacernos percibir cierta realidad espiritual” (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, pág. 256).

El hermano Nee señaló unos ejemplos que corporifican estas tres características de buenos himnos, lo cual tiene un efecto impresionante. Él elogió de manera particular Himnos, #106 (“Miles de voces van proclamando”), escrito por John Nelson Darby, al decir: “Rara vez encontramos un himno tan magnífico como éste” (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, pág. 258). Este himno nos introduce en un retrato asombro y poético de una escena de alabanza universal al Cristo ascendido, el Cordero de Dios inmolado, en Apocalipsis 4 y 5. En esta asamblea majestuosa, toda boca confiesa a Jesús como Señor y toda rodilla se dobla ante Él. Mientras resuena la alabanza universal, el escritor es arrebatado por lo que ve como testigo: “Descansa hoy sin ningún estorbo / La jubilosa nueva creación, / Tan bendecida en Jesucristo / Por su completa salvación”. Éste es un himno grandioso, digno de ser estudiado minuciosamente por la verdad que contiene, por su forma y estructura poéticas y por la realidad espiritual en la cual nos introduce mientras nos transporta para unirnos al coro celestial en adoración a nuestro amado Salvador.

Otros dos himnos que el hermano Nee apreció mucho son Himnos, #450 (“Mi voluntad, cuán débil es”), e Himnos, #297 (“Si mi senda lleva / A la cruz, Señor”), pues ambos tocan la experiencia individual del creyente respecto a aprender sumisión al Señor mediante el sufrimiento y la pérdida. En Himnos, #450, el escritor ha perdido toda esperanza en sí mismo y es llevado al punto donde él depende sólo de la gracia del Señor para poder avanzar. El hermano Nee dice acerca de este himno: “Si nuestros sentimientos han sido probados y han sido refinados, entonces todas las veces que al acercarnos a Dios, percibamos la realidad de un himno como este, cuyos sentimientos han sido divinamente refinados y sometidos a prueba por Dios mismo, inevitablemente seremos conmovidos por él.” (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, pág. 263). En Himnos, #297, escrito por la hermana M. E. Barber, la escritora no busca los gozos terrenales, sino la comunión perfecta con el Señor. Aunque su corazón está quebrantado, su espíritu todavía alaba al Señor. Su consagración redunda en completa sumisión, y el himno consuma con una oración donde ella desea ser un canal mediante el cual la vida del Señor pueda fluir libremente: “Viva yo sin ego, / Por Tu gracia en mí; / Hazme un canal limpio / De Tu vida aquí”. El hermano Nee dice acerca de este himno: “Rara vez un himno sobre la comunión con el Señor llega a ser tan sublime.” (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, pág. 264).

Según el hermano Lee, los himnos sobre la identificación con Cristo escritos por A. B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera, “tienen el estándar más elevado de todos” (Hablar Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo, pág. 83), y él se refería a Himnos, #365 (“Muerto estoy con Jesucristo”) e Himnos, #366 (“En la cruz estoy con Cristo”) como ejemplos de éstos. En Himnos, #365, A. B. Simpson escribe: “Dulce es morir con Cristo / Si vivo en resurrección, / Y llevar Sus sufrimientos / Si rebosa el corazón”. Quizás sintamos que es difícil morir con Cristo, pero este himno reconoce que, según Filipenses 3:10, ya estamos identificados con la muerte y resurrección de Cristo como una realidad experiencial; por tanto, no es difícil morir con Él. Himnos, #366 expresa esta misma identificación en un lenguaje poéticamente maravilloso; la siguiente estrofa recalca la productividad y riquezas de la vida de resurrección: “El secreto de la siega: / Muerto el grano, vida da; / Y el árbol injertado, / Rica vida obtendrá”. Mediante su poesía estos himnos nos introducen en un elevado aprecio por la maravillosa muerte y resurrección de Cristo como una realidad que podemos y debemos experimentar día tras día.

A medida que aprendamos a estudiar los himnos y quizás intentemos componer himnos, podemos tener en mente las características de un buen himno y sumergirnos más profundamente en los himnos que tanto inspiraron a los hermanos Nee y Lee; y por cierto, podemos tomar como enfoque principal de nuestro estudio los muchos himnos que los hermanos Nee y Lee escribieron, los cuales, creemos, han elevado el arte de escribir himnos a nuevas alturas. Que el Señor bendiga nuestro emprendimiento por conocer los himnos, y mediante ellos, avanzar en nuestro aprecio y experiencia de Él.


(Traducido de Having This Ministry…[Teniendo nosotros este ministerio…], What Makes a Good Hymn?, abril 2023, núm. 19)