Principios rectores para usar los himnos: Percibir y seguir el fluir en la reunión de la mesa del Señor
En los artículos anteriores hemos considerado la historia del himnario en inglés, nuestra necesidad de estudiar el himnario y las características de un buen himno. Sin embargo, quizás nos preguntemos cómo deberíamos usar los himnos en diversos entornos. En este artículo consideraremos algunos principios rectores para usar los himnos en la reunión de la mesa del Señor específicamente.
Un principio rector básico es que “los himnos que seleccionamos en una reunión deberían corresponder no sólo a la naturaleza de la reunión, sino también a la progresión de ésta” (Lecciones para nuevos creyentes, pág. 142). Esto significa que los himnos que pidamos en la mesa del Señor deberían ser adecuados para hacer memoria del Señor y adorar al Padre. En cuanto a este asunto, el hermano Lee observa que “el propósito de la mesa del Señor es recordar al Señor […] Sin embargo, algunos de los himnos que se piden en la reunión de la mesa del Señor no son para hacer memoria del Señor. Puede que un himno sea muy bueno, pero tal vez no corresponda con la naturaleza de la mesa del Señor”. (La práctica del profetizar, pág. 27). Hay muchos himnos maravillosos en nuestro himnario, pero algunos de éstos —tales como los de la predicación del evangelio— simplemente no concuerdan con la naturaleza ni el propósito de la reunión de la mesa del Señor, por lo cual lo mejor sería disfrutarlos en otros entornos.
Otro principio rector es que deberíamos aprender a tocar la atmósfera, o el sentimiento, en la reunión de la mesa del Señor. Este principio gobernante es recalcado reiteradamente en el ministerio del hermano Lee, y valdría la pena hablar un poco más sobre esto aquí. En Guidelines for the Lord’s Table Meeting and the Pursuit in Life [Pautas para la reunión de la mesa del Señor y la búsqueda en vida], el hermano Lee dice: “Siempre hay una atmósfera cuando los santos se reúnen. Debemos aprender a percibir la atmósfera, el sentimiento” (CWWL, 1952, t. 1, pág. 264). En el mismo mensaje el hermano Lee explica que deberíamos escoger himnos según la atmósfera que percibimos en la reunión:
Los himnos son usados para expresar sentimientos. No podemos cantar un himno que exprese cierto sentimiento si no tenemos dicho sentimiento. Deberíamos encontrar un himno que mejor exprese nuestro sentimiento. Por consiguiente, debemos aprender cómo escoger los himnos. Esto significa que cuando tocamos cierta atmósfera, según el sentimiento que prevalece en la reunión, deberíamos escoger un himno del himnario que mejor exprese ese sentimiento. Al escoger un himno de esta manera, el sentimiento será expresado y fluirá desbordando mediante el cantar de la congregación. Éste es el principio rector referente a seleccionar los himnos. (pág. 261)
No es un asunto insignificante tocar el sentimiento corporativo de los santos en una reunión de la mesa, y ciertamente esto requiere nuestro continuo aprendizaje. Una faceta de este aprendizaje conlleva poner a un lado nuestro sentimiento personal a fin de que podamos percibir el sentimiento en la reunión. Otra faceta conlleva conocer cabalmente los himnos a fin de que, durante una reunión, podamos seleccionar himnos que correspondan con el sentimiento y la atmósfera de la reunión. Específicamente, deberíamos conocer los himnos en sus categorías, contenido, enfoque y sensación y sabor. En uno de los capítulos sobre la práctica de la reunión de la mesa del Señor en Lecciones básicas acerca del servicio, el hermano Lee dice:
Para poder sugerir los himnos apropiados en la reunión de la mesa del Señor debemos aprender a conocer los himnos, primero, según sus categorías. El índice de nuestro himnario puede ser de ayuda en cuanto a esto, pues clasifica todos los himnos. Luego, debemos leer los himnos, e incluso estudiar el contenido. También debemos encontrar el pensamiento central, el enfoque, de cada himno. Finalmente, debemos conocerlos según la sensación y el sabor que éstos nos transmiten. Cada himno causa una sensación distinta; cada uno conlleva su propio sabor. Conoceremos bien los himnos cuando los conozcamos en estos cuatro aspectos: según su categoría, su contenido, su enfoque y la sensación y sabor que transmiten. (págs. 36-37)
En cuanto a la sensación y el sabor de los himnos podemos fácilmente distinguir, por ejemplo, entre dos himnos que muchos hemos cantado en la reunión de la mesa del Señor: “Qué profundo, tan extenso” (Himnos, #124) y “Tu amor, Jesús, excede mi pensar” (Himnos, #126). Ambos himnos son excelentes, y ambos están en la categoría de “Alabanza al Señor — Su amor” en el himnario. Sin embargo, mientras que la sensación transmitida por el himno “Qué profundo, tan extenso” es profunda y honda, la sensación transmitida por el himno “Tu amor, Jesús, excede mi pensar” es dulce y tierna. Dada esta diferencia en sabor, un himno podría encajar más que otro en la atmósfera particular de una reunión de la mesa. Al familiarizarnos de manera íntima con los himnos no sólo en sus categorías, contenido y enfoque, sino también en su sensación y sabor, estaremos mejor equipados para seleccionar un himno que corresponda con el sentimiento en la reunión, de modo que se pueda expresar este sentimiento mediante el cantar y la alabanza de los santos.
Un tercer principio rector —estrechamente relacionado con el anterior— es que al seleccionar los himnos en la reunión de la mesa del Señor, éstos deberían corresponder con la progresión de la reunión. Esto requiere que sigamos el fluir corporativo en la reunión y aprendamos a aplicar los himnos apropiados en el momento apropiado. Algunos himnos podrían ser más apropiados al comienzo de la reunión de la mesa, otros en la cúspide de la reunión, y otros a final de la reunión (véase Lecciones para nuevos creyentes, págs. 142-143). En un mensaje dado en 1979 respecto a la reunión de la mesa del Señor, el hermano Lee compartió que “la mesa del Señor es una fiesta”, la cual incluye “platillos” particulares que no son servidos al azar, sino en “cierto orden” o progresión (CWWL, 1979, t. 1, pág. 147). Bajo esta luz, nuestra selección de los himnos en una reunión de la mesa del Señor debería estar sintonizada con la progresión en esa reunión. Antes de pedir un himno, deberíamos considerar: “¿Estamos disfrutando un ‘aperitivo’ en la etapa temprana de la reunión? O ¿hemos progresado a un delicioso ‘platillo principal’ en la cúspide de la reunión? O, si ya hemos disfrutado el ‘platillo principal’, ¿es ahora el momento para disfrutar un dulce ‘postre’? Consideraciones como éstas pueden ayudarnos a determinar no sólo cuáles himnos pedir en la reunión de la mesa del Señor, sino también en qué momento pedirlos.
En cuanto a la selección de himnos según el fluir corporativo en la reunión de la mesa, el hermano Lee trae el siguiente ejemplo:
En una reunión de la mesa del Señor alguien pudiera llamar Himnos, #69, el cual no es un himno elevado, pero es profundo y tierno. Este himno alaba al Señor por Su vivir humano […] Habrá una carencia de continuidad si justo después de cantar este himno en una reunión de la mesa del Señor, alguien pidiera un himno tal como Himnos, #117, el cual comienza diciendo: “¡Al Rey hoy coronad!”. Después que un himno ha sido pedido, deberíamos invertir un tiempo para saborear y digerir el himno. Son necesarias por lo menos cuatro o cinco oraciones de alabanza para digerir la mayoría de los himnos. Los “platillos” en una comida no son servidos en una secuencia rápida; en lugar de ello, hay un tiempo entre cada “platillo” para poder disfrutarlos. Pedir un himno con un sentimiento diferente rápidamente después que otro haya sido cantado equivale a no percibir la atmósfera, sino sólo ocuparnos de nuestro propio sentimiento personal. Pedir los himnos debería edificar un espíritu apropiado de recordación del Señor en Su presencia. Todos necesitamos aprender, sin embargo, nadie debería desanimarse o tomar esta comunión como una regulación legalista. (págs. 148-149)
Desde luego, en algunos casos seguir el fluir en la reunión de la mesa podría significar el tener que abstenerse de pedir algún himno, si al hacerlo pudiéramos interrumpir el fluir del Espíritu. En El terreno de la iglesia y las reuniones de la iglesia, el hermano Lee presenta una palabra de advertencia:
Es posible que al principio de la reunión haya un genuino fluir de oración, pero que éste no haya sido aún expresado completamente; ése no es el momento apropiado para pedir un himno. Cualquier himno que se pida en ese momento impedirá que fluyan más oraciones en el espíritu. Otras veces, es posible que la adoración al Padre sea la mejor porción de la reunión, pero justo en el momento en que se llega al punto más elevado, pedir que se cante algún himno obstaculizaría el fluir. Dicho himno puede ser como agua fría que se vierte sobre el fuego. Justo en el momento en que tenemos el sentir de que dos o tres oraciones más nos llevarían al punto culminante de la reunión, nuestra boca puede ser cerrada por un himno incorrecto. Pedir un himno de esta manera es el resultado de seguir los formalismos, los rituales y el conocimiento. Por tanto, tenemos que aprender a percibir el fluir. Tenemos que olvidarnos del conocimiento. Primero tenemos que percibir el fluir, y luego debemos valernos del conocimiento correcto para hacer las cosas apropiadamente. (pág. 53)
El propósito de la reunión de la mesa, después de todo, no es cantar himnos, sino recordar al Señor —en el sentido más profundo y pleno de la recordación— y adorar a nuestro Padre en espíritu y con veracidad. Nuestro uso de los himnos debería servir a este elevado propósito, y confiamos que en estos días el Señor nos entrenará para usar los himnos con destreza a fin de alcanzar este propósito. Que el Señor nos dé a todos un espíritu de aprendizaje y de ahínco.
(Traducido de Having This Ministry…[Teniendo nosotros este ministerio…], Principles for Using the Hymns: Sensing and Following the Flow in the Lord’s Table Meeting, mayo 2023, núm. 20)